La barriada, estaba inmersa en la lucha por
su dignidad, las asociaciones sociales, habían ido creciendo en proporción a
las necesidades de una población que crecía con los días. Lo que comenzó con
tibias quejas, por el abandono a que nos tenía condenados el gobierno y la
falta de recursos de los ayuntamientos de la época, se fueron convirtiendo en
exigencias. Una de las prioridades era la sanidad, que brillaba por su
ausencia,
Estábamos en plena primavera, cuando se
detectaron varios niños con un virus llamado “poliovirus”, que produce una
enfermedad infecciosa llamada poliomielitis, que afecta a la médula espinal de
los niños hasta los cinco años y puede producir en muchos casos situaciones de
parálisis infantil.
Cuando el tema llegó a conocimiento de los
vecinos cundió la alarma, ya que entonces las vacunas no eran obligatorias y no
todos los padres disponían de dinero para ponerlas a sus hijos, de manera que
cientos de niños estaban indefensos ante esta terrible enfermedad.
Tras varias negociaciones entre los
responsables de las diferentes áreas, se acordó montar un centro de vacunación
en un local de la parroquia de Mª Auxiliadora, y allí fueron vacunados más de
un millar de niños. Como quiera que entonces no se conocía experiencias de este
tipo, nadie cayó en la cuenta de informar a los padres, de que para que la
vacuna fuera efectiva se necesitaba una segunda dosis, al cabo de un mes y
medio.
Fuera porque la enfermedad había remitido, o por el desconocimiento que todos teníamos, el caso es que como nadie reclamó, nunca se llegó a administrar la 2ª dosis. Tampoco se nos informó del número, ni de la gravedad de los casos. En los periódicos de la época este tipo de información brillaban por su ausencia, por lo que la investigación se hace imposible.
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