José Fabregat Torne era natural de XERTA, Tortosa, de donde llegó nada más finalizar la guerra civil, como éL ya falleció, nos cuenta la historia su esposa María.
Después cuando dejaron la
labranza por motivos que tampoco recuerda bien, pero que parece fue debido a
dejar de labrarse las tierras, se fueron a vivir a la calle Churruca.
Conoce a José y se casa con él en
la Iglesia de Santa María, corría el año 1945, como se puede comprobar en la
hoja parroquial, donde se anunciaban las proclamas matrimoniales, como se le
llamaban en la época y cuya Hoja Diocesiana nº 37 del 16 de Septiembre de
1.945, aún conserva en su poder.
Trabajando de paleta, aunque
antes había sido carbonero y ella de bobinadora, logran unos ahorros y compran
unos terrenos, donde hoy tienen la casa y el negocio en el nº 12 de la Calle
Gatassa, junto al hermano de Salvador Barrau, el de las cabras, que vivía en lo
que hoy es el nº 16, a su lado vivió el peletero de las pieles de conejo. Este
hombre compraba todas las pieles de los conejos que se mataban en aquella
época, ya que casi todos los compradores, de terrenos, lo primero que ponían
eran gallinas y conejos, para su consumo y en algunos casos para vender a los
que no tenían.
Cuando iban a edificar se
encuentran, que el obispado, ha adquirido los terrenos donde hoy está la
iglesia, pero resultan pequeños y en lugar de ampliar por la parte de la
carretera, hoy Puig i Cadalfach, se interesa por los de José, al que no logra
convencer el mismo obispo en persona y como no podía ser de otra manera,
terminan incoando un expediente de expropiación en tiempo récord y le compran a
precio de ganga, el terreno donde hoy se encuentra ubicada la sala de actos parroquial,
la esquina con la calle Burriach.
Ya hemos visto como en la versión periodística el intercambio de terreno fue de común acuerdo con el propietario, cuando la realidad es que se negó rotundamente, así que tras amenazarlo le incoaron un expediente de expropiación ante el cual no tuvo más remedio que ceder y aceptarlo..
Finalmente terminan edificando su casa a principio de los años 50, desde entonces han vivido en la misma casa, donde vive aún la que todos llamábamos la Sra. María.
Ya hemos visto como en la versión periodística el intercambio de terreno fue de común acuerdo con el propietario, cuando la realidad es que se negó rotundamente, así que tras amenazarlo le incoaron un expediente de expropiación ante el cual no tuvo más remedio que ceder y aceptarlo..
Finalmente terminan edificando su casa a principio de los años 50, desde entonces han vivido en la misma casa, donde vive aún la que todos llamábamos la Sra. María.
Fueron los primeros que vendía
hielo en el barrio, José tenía una especie de triciclo y bajaba a buscar las
barras de hielo a Mataró, para luego venderlas en su negocio, luego ya se pasó
a los futbolines y las mesas de billar, pero nunca dejó de vender helados, con
lo que se puede decir, que fue la primera heladería de Cerdanyola, que hoy
continúa regentando su hijo.
Recuerda vagamente, a Don Manuel
Serrano, el cura que les hacía bajar a misa, primero a San José y luego al oratorio
Salesiano.
María recuerda perfectamente, la
llegada de Juan Luis González Haro, el padre Biscuter, del que conserva buenos
recuerdos, como vecinos que eran, aunque no se le olvida el día que se peleó,
con él defendiendo a su hijo y al Pedrito de la c/Maravillas, a los que el
cura les estaba dando incluso alguna
patada en el culo, porque le habían metido el Biscuter en el cañaveral de la
riera que pasaba justo al lado de la casa.
Otra anécdota de solidaridad de
la época, es la siguiente: como la c/Maravillas que está justo detrás de su
casa, era una auténtica balsa cuando llovía copiosamente, y ante la
imposibilidad de desaguar por la calle Fuensanta debido al la diferencia de
nivel, autorizó a sus vecinos a pasar el desagüe de la cloaca a través de su
solar y así estuvo muchos años, hasta que se abrió la c/ Calasanz Márquez y se
le dio salida por allí
A pesar de sus 84 años, conserva
muy bien sus recuerdos, aunque algunas cosas como es natural se le han
difuminado en el tiempo, ha sido una mujer fuerte y luchadora que pasó por el
doloroso trance de perder dos hijos la mayor Micaela en el año 51 y el tercero,
Juan en el año 54, con edades de 2 y de un año.
María, nunca se amilanó aunque pasó lo suyo,
supo sobreponerse a todo cuanto la vida le puso por delante, sacó a sus tres
hijos Josep, Manel y Jaume y aún le quedan fuerzas para echarles una mano,
cuando hace falta.
Una vez más, de una raza de mujer
fuerte y trabajadora, como casi todas las que forjaron nuestro barrio, a las
que la vida, más bien les quitó, que les dio,
y que merece permanecer en la memoria histórica de Cerdanyola.
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