Ampliación de los Salesianos
Ampliación del ala que da a la carretera, donde se construyó el teatro del colegio 1.944
El teatro y su entrada, visto desde el patio interior.
Acabada la guerra, los Salesianos han vuelto al colegio y a pesar de la actividad a que estuvo sometido, no han encontrado grandes destrozos, lo que si van encontrar es un pequeño crematorio que se había construido en uno de los patios, para la incineración de los miembros que amputaban a los heridos de guerra y que fue derribado
Durante la década de los cuarenta llevan a cabo nuevas ampliaciones , aumentando la capacidad del colegio y dotándolo de biblioteca, enfermería y las nuevas habitaciones de los salesianos.
La inauguración se lleva a cabo el 27 de Mayo de 1945, día en que se celebraba la fiesta externa con motivo de la festividad de Mª Auxiliadora, y la llevó a cabo el padre Juan Alberto, provincial de la orden, que había sido uno de los fundadores del colegio.
Por la tarde se representaba la zarzuela "Caperucita azul", compuesta por el padre Felípe Alcántara para la inauguración, y que él mismo acompañó a piano junto con la orquesta.
Como se puede ver en la segunda foto, el teatro quedaba a ras con el patio interior, así que se decidió que la parte baja exterior que daba a la carretera, se acondicionara para poner en funcionamiento del Oratorio Festivo Salesiano, una especie de lo que hoy llamamos "esplais", donde los juegos y el esparcimiento no eran la prioridad, ya que se combinaban con la formación religiosa, pero dándole más acento a esta.
El 8 de diciembre del mismo año, con motivo de la festividad de la Inmaculada, se puso en marcha el oratorio, con niños de la barriada, cumpliendo así uno de los objetivos de los Salesianos, de ayudar en lo posible a encarrilar al menos la enseñanza religiosa de los niños que corrían por el barrio.
Y es aquí donde entra en escena este salesiano, que hacía un año había aterrizado en el colegio y que tanta importancia tuvo en el desarrollo de los primeros pasos de nuestro barrio, y tan recordado por todos.
Era de Valencia y tenía 31 años, hacía tan solo dos años que había sido ordenado, y ejercía como maestro asistente, pero su enorme vitalidad no se conformaba con eso. Él quería llenar su vida con algo más, y encontró primero en el oratorio, y después en el barrio un motivo para orientar su vocación de servicio a los demás en el verdadero espíritu de San Juan Bosco, el servicio hacia los más pobres.
Ayudado por alumnos del colegio, puso manos a la obra, emprendiendo cursos de catecismo que te daban derecho, si asistías, a la entrada al cine del colegio la tarde del domingo.
De él se han explicado historias, sin otro fundamento que el boca a boca, que en muchas ocasiones no se relacionan con la verdad. Es cierto, explican alumnos de los que trabajaron con él, que era un hombre muy lanzado, por lo cual en algunos momentos fue incómodo para muchas personas, incluidos sus superiores y compañeros que no veían con buenos ojos la entrega y la prioridad que él le daba a ciertos asuntos de la barriada.
Pronto se dio cuenta que su apostolado no debía circunscribirse solamente a la religión y comenzó a montar cursos de matemáticas, gramática, ortografía, a organizar excursiones para unos niños que carecían de todo.
Javier Manté, del que escribiremos en otra ocasión, era uno de sus colaboradores, le ayudó a montar unas brigadas que conjuntamente con los escoltas de Mataró, los domingos por la mañana, iban a ayudar a los que estaban construyendo sus casas y les repartían leche en polvo y queso americano, aquel de color amarillento.
Contradice esta aportación de uno de sus principales colaboradores, la falsa anécdota que se cuenta de él, de que se presentó con una imagen y obligó a todo el mundo a abandonar la construcción y bajar a San José a comulgar.
Yo no he encontrado nadie de esa época que me dé fe de ello y sí al contrario, los que corroboran, lo que explica su ayudante Javier Manté, que él y sus alumnos colaboradores, ayudaban a los vecinos en la construcción de sus casas los mismos domingos sin afearle nada ni exigirle ir a misa.
Don Manuel Serrano, del que volveremos a escribir con motivo de otros acontecimientos, estuvo en el colegio y llevando el oratorio hasta el año 1955, en que es destinado a Monzón (Huesca), allí desarrolla una actividad parecida a la de aquí, compagina su trabajo en el colegio, con el apostolado en un barrio de emigrantes llamado "El Palomar", donde una de sus calles lleva su nombre. También trabajó en otro barrio obrero el de San Juan, donde aún hay gente que lo recuerda con el nombre de "El Santo"
Termina su apostolado en la República Dominicana donde había sido trasladado por decisión propia y en uno de los viajes a Valencia para visitar a su familia muere de accidente el año 1992.
Don Manuel con unos compañeros.
Justamente ese mismo año habíamos comenzado a organizarle un merecido homenaje, en una de sus visitas a su familia, cuando nos llegó la triste noticia de su muerte.
Un hombre que cubrió con su entrega al barrio, muchísimas de las carencias de los recién llegados, que los políticos de la época ignoraron, que dejó huella en muchas personas que aún lo recuerdan con muchísimo cariño y agradecimiento, al que no se le ha hecho el más mínimo acto de reconocimiento en nuestra ciudad.
He dejado a parte, lo que concierne a las historias que se pueden contar del oratorio festivo salesiano, para que personas que lo vivieron directamente se encarguen de hacerlo con mucho más conocimiento de los acontecimientos.
Una de sus últimas fotos en Monzón, haciendo apostolado con matrimonios.
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