martes, 3 de enero de 2012
A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
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A principios del siglo XX, donde hoy se asienta la barriada más grande y más importante de Mataró, unos terrenos dedicados a la agricultura, especialmente a los viñedos, eran el sustento de varias familias de labradores.
La filoxera y una serie de malas cosechas, hacen que sus dueños pongan a la venta parte de ellos, que son adquiridos en su mayoría por patronos de empresas industriales, con el ánimo de construirse lo que hoy llamamos segunda residencia, otros seguramente con intención de invertir.
En la prensa de los primeros años del nuevo siglo, se pueden encontrar anuncio de ventas de parcelas, e incluso unos años después el intento de una urbanización residencial, en cuya propaganda se intentaba vender lo sano que resultaba vivir en la zona.
Entre estos privilegiados se encuentra Antonio Cuyás i Durán, un indiano mataronés que a la vuelta de Argentina, donde hizo una gran fortuna, adquirió varios terrenos de la zona, entre los que se incluía el paraje conocido por "Molí de Vent", seguramente por haber existido en esa parte del turó, un antiguo molino de viento, del que no se conserva ninguna documentación.
Este indiano se había casado en segundas nupcias, con María Sagarra i Puig, que a su muerte iba a ser la encargada de llevar a cabo un proyecto que había puesto en marcha en sus últimos años de vida y que finalmente ninguno de los dos pudo ver finalizado, traer a los Salesianos a Mataró.
Este hecho como veremos, será de vital importancia 50 años más tarde, cuando a su alrededor, se va a consolidar lo que hoy es nuestra querida barriada, Cerdanyola, en la que los Salesianos tuvieron un papel decisivo.
Pero no será hasta finalizada la guerra civil cuando comienzan a edificarse casetas para guardar herramientas y alguna chabola, para pasar los fines de semana al aire libre, después algún que otro chalet de más o menos pretensiones, aunque antes del comienzo, una familia de marchantes "Los Moragas", se habían hecho construir una residencia en forma de barco, anclada en pleno campo.
Se instalan varias granjas avícolas, una industria en ciernes que tuvo bastante éxito en la época, a juzgar por los distintos certámenes que se organizaban en Cataluña, la más significativa y conocida por todos, la de la familia SPA, que ganó más un un galardón, en los concursos que se presentó.
También los hubo que compraron terrenos con la intención de ampliar o construir nuevas fábricas y otros simplemente con el objetivo de especular cuando comprobaron que una buena parte de la riada de emigrantes que comenzaban a llegar, se estaban instalando en barracas en dicha zona.
La más importante empresa de la época en nuestra ciudad, la de Benito Jofre, dedicada a la fundición y fabricación de cadenas, entre otras manufacturas del hierro, adquirió unos terrenos, en lo que hasta hace un par de años estuvo ubicada la floristería "Jaracanda", casi al límite con la villa de Argentona.
Lamentablemente una gran crisis en el sector y una nefasta gestión empresarial, no solo acabó con el proyecto de la nueva factoría, sino que terminó por hacerla desparecer, dejando en la calle y sin medios a varios cientos de familias.
Unos chalets, construidos al margen de la carretera, daría lugar al establecimiento de una parada de la línea de tranvía Mataro-Argentona, la de "Chalets Carreras", luego Pueblo Seco, Sardañola y finalmente Cerdanyola.
Esta primera parada en su camino hacia Argentona, convirtió la zona, en el centro de la nueva barriada a nivel comercial, en ella aparecen los primeros bares y negocios del barrio, de los que iré escribiendo más adelante, finalmente unos años más tarde, la parroquia de María Auxiliadora, comenzando por la vivienda para el párroco, la escuela, el teatro y finalmente la Iglesia.
El orden, por expreso deseo de su encargado de ponerla en marcha, nuestro recordado Juan Luis González Haro, conocido por todos por el padre "Biscuter", se debió a su personal iniciativa, teniendo en cuenta las necesidades que él con acierto creyó prioritarias.
El despegue económico de Cataluña y la necesidad de mano de obra, mientras en otras zonas de España reinaba la más absoluta de las miserias, hizo que a principio de la década de los cuarenta, algunos ayuntamientos de la provincia de Murcia, pagaran a sus jóvenes el billete de tren hasta Barcelona, con la intención de que pudieran tener una oportunidad, que les estaba negada en su ciudad natal, al venirse abajo la industria del cáñamo, al tiempo que se quitaban muchas bocas de en medio, ciudades como Cehegín vieron como se quedaban sin juventud en cuestión de meses.
Los que lograban evitar caer en manos de la policía nacional ("los grises" como se les llamaban), se instalaron en Barcelona , y otros terminaron en Mataró, y fueron a vivir en las zonas menos favorecidas de la ciudad, instalándose en habitaciones pateras, donde pasaron los primeros años de su estancia y que va a ser más adelante los van a adquirir las barracas y los terrenos que Salvador Barrau ponía a la venta , concentrándose en la zona, Fuensanta, Maravillas, Santo Domingo Sabio, San Juan Bosco y Mª Auxiliadora.
Aunque a partir de lo años cincuenta, comenzamos a llegar emigrantes de Andalucía, Extremadura, Aragón, Galicia, Castilla y prácticamente del restos de las provincias españolas, hasta ese momento, la gran mayoría eran murcianos, incluso hay quien dice que algunos le llamaban el "Cehegín Chiquito"
La referencia que hago a los "grises", es auténtica y está suficientemente documentada, al principio, al bajar del tren procedente de Andalucía, la policía nacional, detenía a las personas que venían sin contrato de trabajo o sin residencia, los detenían y los alojaban en los barracones de Montjuit, una especie de campo de concentración, donde los tenían hasta que componían un tren y los expulsaban, muchos abandonaban en tren en cuanto salía de los límites de Cataluña y se introducían de nuevo a pié, otros tenían más suerte y era reclamados por algún familiar o conocido que daba la cara por ellos, hasta que llegó un momento en que la avalancha era tal, que la policía tuvo que hacer la vista gorda, ante la falta de medios, para mantener un éxodo de tal magnitud.
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