OTRAS HISTORIAS

miércoles, 18 de enero de 2012

LA CALLE MARAVILLAS

                                                                   




La foto de arriba es la primera que se conserva de lo que hoy es la calle Maravillas, primeramente c/ Barcelona y pertenece a María Rodríguez Ridao, que llegaron al barrio en el año 1947, procedentes de Antas, provincia de Almería, de la que tuvieron que salir huyendo de la represión franquista, como se verá cuando colguemos su historia.

La segunda es la misma calle unos años después, cuando ya se habían comenzado a edificar casas en la calle hoy, Fuensanta, que había sido llamada también calle de Barrau, ya que Salvador Barrau, era el propietario de los terrenos.
 La tercera fotografía, pertenece a la familia de Antonio García Martínez, cuando comenzaban su casa construida como casi todas la primeras, aprovechando los días festivos.

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Parece que por ironía, debido a la falta de agua potable corriente, y también porque en cuanto caían cuatro gotas de lluvia, se formaba un barro de color rojo que hacía intransitables los caminos, como podemos apreciar en muchas de la películas del oeste americano. El caso es que las calles, o mejor dicho los proyectos de calles, debido a la composición del terreno con una tierra apta para el barro, - que hizo establecerse en la zona varias bóvilas, para la fabricación de tejas y ladrillos, de las que la única que afortunadamente se ha conservado es la existente en la calle Pasaje Pla d´en Moner, se convertían  en enormes barrizales, en las que quedábamos clavados a pesar de las botas de agua, prenda que en cuanto llegaban las lluvias, era imprescindible para todos cuantos vivíamos en lo que entonces, según crónicas de la época era despectivamente llamado suburbio.
Sin plan previo de habitabilidad, sin planos, sin agua, sin alcantarillas, sin electricidad, se comenzó a construir los fines de semana a gusto y criterio de cada cual y en cuanto conseguían techar tres metros cuadrados, se abandonaba la habitación patera de alquiler, y se trasladaban familias enteras a vivir en unas condiciones de precariedad dignas del peor de los "guetos" que suelen ofrecernos las películas, más parecido a los poblados africanos que nos ofrecía la propaganda misionera de los propios años 50, sin las más mínimas condiciones sanitarias de cualquier tipo, con alcantarillas al aire libre que se tardarían muchos años a cubrir y con ratas merodeando por todos lados, lo que dio pié a una epidemia de tifus.
Un ayuntamiento sin recursos, con muchos problemas a todos los niveles, incluido el de la falta de viviendas y con muy poca voluntad política, miraba hacia otra dirección evitando que crecieran sus propios problemas, por el solo hecho de ignorarlos.
Baste recordar que a la falta de viviendas, se añadían otros muchos problemas, la ciudad estaba a medio construir, en gran parte se carecía también de alcantarillado, aunque las casas poseían sus pozos ciegos, costumbre que también se adaptaría posteriormente en el barrio.  Había muchas viviendas sin electricidad, muy escasa en aquella época, hasta el punto de que las industrias existentes, se veían obligadas a parar la producción un par de veces a la semana por falta de fluido. Como es natural la calefacción era a base de combustión, leña, carbón y posteriormente petróleo, como podrán recordar los que tuvieron que mantener largas horas de espera, pasando un intenso frío, en el despacho que existía en los Burots,  junto a la fábrica de terrazos de Boada, para poder hacerse con unos litros de petróleo para alimentar las estufas.
Completamente desbordado el ayuntamiento, hacía la vista gorda a los primeros vendedores de terrenos que buscando el mayor negocio posible, trocearon el barrio según sus intereses, con calles muy estrechas, algunas cerradas. -aún hoy en día existen todavía varias, dos, en la calle Fuensanta-
Estas circunstancias van a acondicionar la actuación urbanística, con las consecuencias que hoy sufrimos y que son insalvables, sobre todo en la parte norte, o sea, de la carretera de Argentona hacia arriba.
Más suerte tuvieron los que fueron llegando a mediados y final de los años 50,  y se fueron instalando en la parte sur, cuando ya el ayuntamiento no tuvo más remedio que hacerse cargo de aquel desaguisado, debido al desastre urbanístico en que se estaba convirtiendo el nuevo, para ellos suburbio, como se puede comprobar en la prensa de la época.
La falta de compromiso, de previsión, y de reconocimiento de los hechos, y el escaso interés de los posteriores llamados ayuntamientos democráticos,  hasta llegar a nuestros días, han llevado lo que pudo ser un hermoso barrio de ciudad, a convertirse en la zona con más déficit de instalaciones de todo tipo. Si a ello se le une la enorme densidad de población, que se a visto incrementada por la fiebre constructora y de ingresos fáciles,  de los últimos años, y que dio lugar a la concesión de cientos de licencias, que convirtieron casas unifamiliares en bloques de varias plantas agravando aún más el problema.
La llegada masiva de una nueva hornada de emigrantes, esta vez de fuera de España, han agravado el problema, que ha puesto al filo de lo imposible la convivencia, lo que ha llevado a muchas familias, a abandonar su barrio.
A pesar de que la asociación de vecinos ha dado la voz de alarma en diferentes ocasiones, de la enorme densidad que está asfixiando al barrio, los responsables políticos, al igual que los de hace 60 años, miraban para otro lado con la excusa de que el tema de la emigración era un tema espinoso, que era muy peligroso tocar, hasta que han llegado cuatro desaprensivos vividores de la política como ellos, y sin gastar un duro en la campaña, con solo un eslogan tan fácil: "Primero los de casa", les han sacado las vergüenzas y ahora comparten  el mismo pesebre.

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